En 2003 salía a la luz que la CIA utilizaba inocentes canciones
infantiles como instrumento de tortura(lavado de cerebro) para sus largos e intensos
interrogatorios en Guantánamo y Abu Ghraib. Christopher Cerf, compositor
de Barrio Sésamo y protagonista de Melodías de Guerra, descubría que su
música había sido empleada para fines tan inhumanos.