¿Quiénes son los cataros?



El gran movimiento cátaro fue calumniado, desacreditado y destruido por la inquisición ro-mana. En el año 1321 fue ejecutado el último profeta cátaro Guillem Belibast. Atra-pado por los inquisidores y apresado en el año 1309, él enunció un presagio: “¡Justo dentro 700 años el laurel verdecerá, y los cátaros volverán a la tierra!..”
Aparentemente los cátaros sufrieron una derrota, pero espiritualmente –vencieron. La inquisición no consiguió doblegar su voluntad, ni su espíritu de amor a la libertad.
Los cátaros profesaban el puro amor. Ellos enseñaban que Dios es el puro amor. No aceptaban ninguna usurpación ni violencia. Afirmaban, que el hombre cambiará sin violencia –únicamente con la fuerza del puro amor. El centro de su doctrina era el Santo Grial, en el que habitaba la Divinidad del puro amor. 
El destacado pensador de la actualidad, el beato Juan, se propuso el sagrado deber de rehabilitar a los cátaros.
“Los cátaros son un gran amor, -escribe él en sus numerosos libros,- una nueva mirada hacia el hombre, como a la divinidad que ha descendido desde el cielo”. Espiritualidad de los Cátaros
*Espiritualidad de los cataros

No hubo antes un amor semejante en la tierra. El lenguaje del amor se declaraba universal. La medida del amor era la única. El amor era el único punto de partida.
Hasta la sublevación, la expulsión del Rex Mundi se realizaba por fuerza del amor. La curación, la eliminación de los pecados por un profeta, un obispo, un cátaro Perfecto, era únicamente por la fuerza del amor.
El “Perfecto” significaba perfecto en el amor. “Puro” – que vivía en amor virgen.
La tarea de los Cátaros era aprender la lengua del amor como la única y superior al lenguaje diabólico del mal y de la violación. Pero el alma debía por su propia voluntad llegar a entender la predominancia del amor sobre lo demás. Tenía que alzar un sólido altar de amor, ayudada por el cetro del amor de nuestro Altísimo, que era la cruz cátara.
La oración tiene que realizarse sólo por la fuerza del amor. La ascensión, la gracia de Dios y los signos del Espíritu Santo – todo está en el misterio del amor en el misterio de Espiritualidad Cátara.
Los Cátaros no se podían permitir nada aparte del amor. Veían sus posibilidades ilimitadas. El amor es eterno, perenne, circulante (de boca en boca, de corazón a corazón). Sabe alcanzar las alturas celestiales y dominar las cumbres invencibles. 
El potencial interminable 
El amor para los Cátaros era música del Reino. Les ofrecía perspectivas infinitas. Hablaban de su enorme potencial.
La senda más recóndita y menos investigada es la del amor. Está llena de fieras salvajes y enemigos esperando a su presa. Pero a la hora de abrir sus puertas triunfales, el alma está en la gloria: ¡Aleluya!
No hay nada más fuerte que el amor. La última razón del Creador y su obra consiste en el amor: el Padre queriendo a su hijo, y el hijo queriendo a su Padre.
El tema preferido del Salvador era hablar sobre su Padre. Los Cátaros se enternecían al conocer lo grande que era el amor del Padre. “Padre, - preguntaban al Salvador. – ¿El Padre nos quiere igual que a Ti?” “Sí. No hace diferencia entre vosotros y Yo, para lo cual bendice la Eucaristía del Sagrado Grial, llamándoos sus nuevos y eternos alumnos, Cristos menores. A su hora os llamaré a ascender a Mi trono. Mi Reino son millones de Jesucristos menores. En Mi Reino no hay ninguno que no sea Cristo menor, que no lleve el signo de Mi espíritu”. 
Cristo - el amor personificado 
Cristo para los cátaros fue amor personificado. Sí, los quería locamente. Pero tenía algo más que amor a los discípulos: un amor personificado, inaudito, imposible, superior a sí mismo.
¿Cómo les enseñaba? Entraba en ellos (eucarísticamente o de otras maneras) – y se transformaban.
Les explicaba que todo era en vano sin amor. Y además del amor, los ascendía a las esferas secretas del hombre, así como era ante los ojos de Dios, así como era ante los ojos del hombre puro. Los quería por la pureza de sus miradas. Los llamaba cátaros (puros) porque sabían ver a Dios tal como era, sin encubrimientos, sin lentes, y entendían cómo los veía EL.
Montsegur se ahogaba en la luz de su amor y los discípulos se envolvían con su espíritu. Fue un milagro: los Cátaros no se reconocían el uno a otro. En cada uno vivía Cristo. Mientras tanto, el Salvador continuaba: “Llenaos de Mi amor. Es mi don a la humanidad. Aspirad mi amor. Amad con mi amor”.
El Salvador enseñaba en Montsegur sobre el poder del amor. Los conducía a Su trono por la oración a través de las puertas del amor. Y se quedaban admirados, con las manos levantadas, al ver el poder que tenía el Salvador sobre sus almas. Aprendían a transformar el mundo dentro de sí mismos, en la oración. Y su oración conquistaba millones de almas...