ABC.es | MADRID
Actualizado Lunes, 05-04-10
Las gafas 3D no son un invento reciente, pero en los últimos meses el taquillazo de «Avatar» las ha vuelto a popularizar, aunque en una versión más moderna y lejana a aquellas de montura de cartón y lentes en rojo y verde.
Por ello, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha alertado hoy de que su uso puede provocar dolor de cabeza, visión borrosa y mareos debido a las dificultades de los mecanismos fisiológicos de la vista para adaptarse a la tecnología tridimensional. Aunque se trata de un efecto transitorio, puede llegar a ser muy molesto. Por eso se recomienda limitarlas a una única proyección, descansando después.
Especial cuidado deben tener los padres con los hijos menores de seis años, que todavía no tienen maduros sus mecanismos de visión binocular. Diversos especialistas recomiendan no usar este tipo de gafas por debajo de esa edad, y por ejemplo el Ministerio de Sanidad de Italia, primer país en el que se han adoptado medidas, ha desaconsejado en una circular el uso por debajo de esa edad. Desde la OCU reclaman a las autoridades de consumo que se establezca la seguridad del uso de este tipo de gafas en niños, y en cualquier caso se informe a los espectadores acerca de este tipo de precauciones.
Otro aspecto del que debería informarse es que no todo el mundo puede beneficiarse de la tecnología 3D. Las personas que padecen un problema visual que dificulta la visión en relieve (personas con un solo ojo funcionante, con ojo vago o con estrabismo, por ejemplo) probablemente no puedan disfrutar de la misma.
Evitar infecciones
La utilización de gafas 3D que no sean de un solo uso es desaconsejable ya que si no hay un adecuado sistema de desinfección entre un espectador y otro, podría trasmitir enfermedades en los ojos o en la piel, como conjuntivitis, hongos… Por ello, lo más recomendable son las gafas 3D de usar y tirar o hacerse con unas gafas propias y usarlas cada vez que acuda a un espectáculo en tres dimensiones. En ese caso, el coste de las gafas no debería repercutirse en el precio de la entrada del cine: el usuario que lleve sus propias gafas no debería pagar el suplemento que se cobra por este accesorio.